¿los 90? ¿qué es eso?

Creo que los 90 me persiguen. Al menos en los últimos 2 días porque, sin querer queriendo, en mi diario paseo por blogs y páginas web de venta de noni he estado encontrando salpicaduras de esa época en la forma de referencias. Y como hay que dar cara a lo que te persigue, dale pues, escribamos sobre los pedorrientos años 90. Así que agarra tu camisa de franela, chapa tu funky hits y tu casette de Chimo Bayo y lee.

can't touch this! XD

Digo pedorrientos al forzar mi memoria y retroceder hasta 1990, o sea, cuando estaba chibolaza. Año en el que, según Hildebrandt, el Perú se tiró un pedo. Y lo dijo, claro, no porque todos los ciudadanos de la época se hayan puesto de acuerdo para tan terrible propósito sino por la llegada del chino, que más tarde mutó a chino rata. Así es la vida. También fue un año en que mi mamá juntó provisiones cual ratón para sobrevivir un año entero antes del paquetazo de Hurtado Miller, que prometía retrocedernos hasta la edad de piedra, si es que con Alan I no habíamos llegado ya ahí. Podría hablar del sacaojos y del agua cochina pero como eso fue antes de los 90 lo dejo ahí. El caso es que la vocación flatulenta del país se inauguró, y con creces, en esa década.

que tu vieja te ayude

Algo parecido pasó con la música, aunque dosis masivas de pankreoflat mejoraron el panorama hacia mediados de la década. Pero comencemos por cuando la medicina aún no tenía la solución. Todavía recuerdo esos pantalones de paracaidista y las tonaditas de los grandes Mc Hammer y Vanilla Ice, sí señor, del tío que decía que no podías tocar eso y el otro fulano que bailaba con las tortugas ninja. De hecho, y visto a la distancia, no era posible que pudiese tocar ESTO:


O ESTO:



Quiero hacer una mención especial por Vanilla Ice porque él fue, indirectamente, quien me proporcionó uno de los traumas colegiales más grandes de mi vida. Aún lo recuerdo como si fuera ayer, cuando en medio de quién sabe qué celebración del colegio primario, una de mis profesoras, para animarnos y hacerse la chistosa empezó a hacer pasos de lo que llamábamos rap (y que hasta ahora no sé qué carajos era) a ritmo de Vanilla Ice. Esos pasos eran, por decir así, un movimiento espasmódico de brazos y piernas combinado con un poquito de la caminata lunar de Micael jackson, no sé si me entienden (creo que no). Pero se imaginarán lo que puede provocar semejante espectáculo en una niñita de educación primaria. Creo que de ahí viene mi incontrolable sentimiento de vergüenza ajena. Aich.

¡Eso!

Pero también estaba, sí, el TECNO. ¿Te acuerdas Studio 92? ¿cuando tu lema era a forro, no salsa? Y ahora vienes a hacerte el nice con tu pop en inglés. Pero si pues, cuando finalmente crecí y entré a la secundaria, si no escuchabas tecno, no estabas en nada. Y la verdad, es que hubiese preferido no estar en nada. En serio.







Y mientras, la tele. Me acuerdo de una serie, de una cosa que era una especie de piegrande que, por circunstancias desconocidas, llega a vivir con una familia. Y es que la tele y el mundo están hechos de cosas misteriosas, como por qué si Alf estrelló su nave en el techo de los Tanner nadie se había dado cuenta de la evidencia o por qué no hay emos gordos. Pero tal parece que los 90 fue la década de los monstruos, pues también estaba la serie de los dinosaurios, cuyo personaje más pequeño, el bebé dinosaurio, tuvo el honor de adornar la carátula de la colección de tecnos que tenía mi hermana llamada, cómo no, tecno dinosaurio.






Y luego lo ALTERNATIVO. ¿Qué era? no lo sé. Era tal vez una especie de saco donde metían a todos los necios que le daban a la guitarra en plena época de tecnos. Todos iguales: gritones, de pelo largo, camisa de franela a cuadros y tabas skechers. Los favoritos de los rebeldes de cole. Yo la verdad es que apenas podía diferenciar a Nirvana de Green Day. Sólo sabía que a la hora que la tocaban en las fiestas, era momento de saltar y recibir las embestidas ajenas. Ahora entiendo por qué a mis amigas no les gustaba tanto. También fue la época de las cantantes-compostoras, cuyo requisito para firmar un contrato y grabar era haber tenido una vida lo suficientemente traumática. Y si no la tenían se la inventaban, supongo. Porque no creo que hubiesen tantas y que todas sepan cantar.




Pero felizmente, los 90 se acabaron junto con el colegio. Y la medicina finalmente hizo efecto. Ahora, con veintitantos años y un blog puedo decir que no extraño los 90. Váyanse y no vuelvan más por favor. Dejémosle la nostalgia absurda a los tíos panzones que aún se vacilan con Boy George y van a tragar a TipTop. Y chau.


6 comentarios:

La administración dijo...

O....K antes de leer esto con calma me voy a tomar un DESENFRIOLITO

La administración dijo...

OOEOOEOEO. esta rem tambien. y vamos a ir.

Chechi dijo...

así es, no te olvides que somos "the one i love" 39 luquitas nomás varón XD

La administración dijo...

una ciudadana argentina se siente profundamente herida por esta nota. YO usé calzas de lycra y YO bailé como mc hammer, sí, y todavía se me pone la piel de gallina cuando lo escucho. mc hammer, de aryentinian pipol te apoya.

La administración dijo...

posdata: todo esto fue parte de los ochenta en argentina... esos años...

Chechi dijo...

Lamentablemente en esa época era demasiado niña para calzar lycra y bailar como Mc Hammer, así que deducirás que mi post está llevado por una simple, pura y verde ENVIDIA hacia quienes, como tú, pudieron hacerlo.